Miel y Salud

La miel es mucho más que azúcares (glucosa y fructosa); es una sustancia natural compleja en la que se han determinado al menos 180 componentes distintos (enzimas, aminoácidos, minerales, vitaminas…) que aportan un valor añadido de suma importancia a este producto.

La humanidad conoce y consume miel desde tiempos prehistóricos; ha sido utilizada no sólo como alimento sino para otros muchos fines: en cosmética, como conservador de los alimentos y como “medicina”. Es parte fundamental de los recetarios de griegos y romanos y su utilización en llagas, quemaduras, heridas, resfriados, etc.. Han formado parte de nuestra tradición y cultura.

En los últimos años, equipos de investigación de todo el mundo han estudiado muchas de las propiedades que la sabiduría popular otorgaba a este producto de la colmena, dándoles una explicación científica.

Energía rápida y asimilable

La miel, por su alto contenido de azúcares, aporta energía al organismo, pero su evidente ventaja sobre otros alimentos ricos en glúcidos, es que casi el 80% de los mismos son azúcares simples (monosacáridos; fructosa y glucosa) de rápida absorción que se transforman rápidamente en energía. Está pues especialmente indicada para deportistas y para quienes
requieren un esfuerzo extra (tanto físico como mental; la fructosa y la glucosa son las fuentes principales de energía del cerebro).

Efecto prebiótico

Los fructooligosacaridos son oligosacaridos naturales de cadena corta que se encuentran en vegetales (ajo, puerro…), frutas (plátano) y en la miel. Se ha comprobado que alimentan y estimulan selectivamente el crecimiento de ciertas bacterias beneficiosas de la flora intestinal, por lo que se considera que tienen un efecto prebiótico. Su consumo puede mejorar la salud gastrointestinal y la absorción de minerales (en especial el calcio), además de favorecer la absorción de los prebióticos.

Poder antibacteriano

Es tal vez uno de las propiedades más conocidas de la miel.

Los estudios científicos han revelado que esta actividad antibacteriana se debe a un conjunto de factores: su alta concentración de azúcares (70% de media), que obstaculiza el desarrollo de bacterias y levaduras; la presencia de peróxido de hidrógeno, que se forma a partir de la glucosa de la miel por la acción de una enzima; una alta viscosidad y un pH ácido; y la acción de un conjunto de compuestos conocidos como inhibinas: ácidos orgánicos y compuestos fenólicos especialmente.

Investigaciones recientes en nuestro país han comprobado que además la miel tiene una alta capacidad para inhibir la comunicación bacteriana, por lo que el ataque de las bacterias se retrasa o no se efectúa.

De estas actividades antibacterianas se desprende su utilización con éxito en heridas, llagas abiertas, forúnculos y quemaduras. Además en estos casos la miel proporciona una barrera viscosa a la pérdida de fluidos, previniendo de esta forma la invasión de la herida por bacterias, no se pega a la herida y estimula la formación de los tejidos. En la actualidad algunos países comercializan productos farmacéuticos a base de miel registrados para estos usos.

Fruto también de esta propiedad es su acción inhibidora sobre la bacteria causante de muchos problemas de úlceras y gastritits (Heliocobacter pylori), o su utilización en conjuntivitis leves.

En el sistema respiratorio el poder antiséptico de la miel se une a sus componentes volátiles y los azúcares, para conseguir además un efecto expectorante y antitusígeno que calma la tos.
En riñones y vías urinarias la miel además de ayudar a combatir las infecciones, tiene un efecto diurético, gracias a los monosacáridos presentes y a diversos componentes aromáticos que contiene.

Antioxidante

Nuestras sociedades modernas se ven sometidas a una serie de factores (estrés, enfermedades, sedentarismo, mala nutrición, etc.), que incrementan la producción por nuestro organismo de los radicales libres.

Estas moléculas pueden dañar nuestras células y se relacionan con enfermedades cardiovasculares, enfermedades degenerativas, envejecimiento… y la alimentación con productos antioxidantes puede ayudar a eliminarlos y prevenir estas dolencias.

Son ya muchos científicos que han avalado esta importante y saludable característica en la miel, que le confiere a este producto de la colmena un indudable valor. En su composición se ha determinado la presencia de compuestos polifenólicos que le confieren esta propiedad antioxidante (principalmente flavonoides y ácidos fenólicos), ligada también en el caso de la miel a otros de sus componentes como los ácidos orgánicos, enzimas o aminoácidos.

El siguiente paso está siendo el estudio pormenorizado de la composición y la actividad antioxidante de los distintos tipos de mieles en todo el mundo, además de las posibles aplicaciones de este “transformado” de la abeja en tecnología alimentaria.

Tal vez el mejor aval de este poder de la miel haya sido uno de nuestros más insignes escritores, Francisco Ayala, que en unas declaraciones al diario El País con motivo de su 102 aniversario confesaba el secreto de su longevidad: cenar cada noche yogur con miel. “…Y si sigo tomando miel -concluía en la entrevista- voy a empezar a descumplir, y un día acabaré otra vez en brazos de la nodriza, ja, ja”.